jueves, 26 de marzo de 2015

Filmar la intimidad.


Este artículo salió originalmente en la edición de marzo 2014, de Revista SOHO Ecuador. 

Lo que haría igual y lo que no volvería a hacer a la hora de filmar una escena de sexo en Ecuador.

Por Iván Mora

Dicen que el cine para un país es como una ventana, un espejo, un álbum de fotos, un portarretratos, etc. Si bien estas comparaciones pueden caer en generalizaciones, a mí personalmente me gusta la metáfora del espejo: en el espejo tú decides mirarte, acercarte, alejarte, meter la barriga o soltarla. Es muy raro no tener espejo.
Basados en esa metáfora: ¿qué significa que no exista cine en Guayaquil? ¿Es que no nos queremos ver? No saber cómo son tus muecas, no verte los granos, no reírte de ti mismo, no tener ese encuentro de sinceridad personal.
Antes de hacer Sin otoño, sin primavera (SOSP), yo no había pensado mucho en el efecto reflejo. Solo al ver lo que la película provocó, comprendí que lo que le pasó a la ciudad es lo que le pasa a alguien que nunca tuvo espejo cuando tiene que verse desnudo por primera vez.

Lo que haría igual

1. Retratar al sexo como parte de la vida
Cuando empecé el guion de SOSP en 2007, mis productores Isabel Carrasco (que es también mi esposa) y Arturo Yépez me decían que la historias de amor estaban demasiado “zanahorias”. Que el amor urbano, de tono naturalista, necesitaba más sexo. Inmediatamente aumenté siete escenas salvajes de sexo.
Luego de ese primer exceso, me di cuenta de que eso no tenía ningún sentido. El sexo real es caótico, no siempre satisfactorio, no es soñado ni ideal. Al reescribir, vienen las reflexiones. La primera fue que cada escena de sexo tenía que sentirse parte de la vida de los personajes. A la final sobrevivieron las siete escenas, pero con distintos matices: dos escenas interrumpidas, una escena de sexo precoz, una masturbación frustrada (que refleja la soledad y alienación que vive el personaje de Gloria), una escena de coqueteo con la prostitución, una escena de desnudo colectivo sin sexo, y una, la escena de sexo de la que vamos a hablar: la escena entre Antonia y Martín.

2. Filmar intimidad, no calentura
Siempre he pensado que lo importante del sexo es la intimidad, entonces la segunda reflexión fue no querer una escena “calentona”. Hay una diferencia muy grande: retratar la intimidad es retratar el placer, pero la intimidad se da incluso sin sexo. Por ejemplo, el momento más cercano entre Martín y Antonia es cuando están desnudos en el piso en el postsexo.
Mientras pensaba en cómo rodar la escena, leí una frase de Fernando Trueba —que no encontré textualmente pero suscribo— que iba algo así: A las películas normales les hace falta lo explícito de la pornografía, y a la pornografía le hace falta historia, emoción y drama. El futuro del cine es contemplar lo erótico como un encuentro sin distinciones entre lo narrativo y lo explícito.

3. Buscar la belleza
La belleza en el sexo del cine es un tema complicado. No es suficiente filmar con “buen gusto” para hacer sexo “artístico”. Me parece un cliché aberrante ese de que el desnudo vale porque es artístico. Comúnmente lo que se escuda en el arte-fácil es una mezcla de cliché fotográfico (remanentes del soft porn) mezclado con buena factura: iluminación profesional, presupuesto para locaciones, maquillaje, dirección de arte y vestuario. Eso no es suficiente.
Sigue siendo “mal gusto” moral tener buena producción pero replicar posturas machistas o superficiales. Quería que la estética fuera cruda, que no parecieran actores simulando, sino gente teniendo relaciones. Además, que sea una escena de conflictos internos y acumulación de sentimientos: por un lado, es una escena de traición, también de nostalgia del amor de juventud, también de desesperación por el tiempo contado de la enfermedad de Antonia. Buscar la belleza necesita complejidad.

4. Censurar la violencia antes que el sexo
La gente todavía se escandaliza cuando ve un pene en la pantalla. El sexo provoca reacciones sobredimensionadas aún en nuestros tiempos progresistas, pero nadie se asombra que un niño promedio vea miles de asesinatos en TV y cine antes de terminar la primaria.
En esta película quisimos mostrar todos los desnudos sin censura y, por oposición, no poner armas ni crímenes. Esta decisión se tomó en el último borrador antes de filmar la película, para oponernos a la domesticación audiovisual de nuestro espectador. No sé si en las siguientes películas pondremos armas o violencia, pero fue una decisión para SOSP.

5. Escoger actores temerarios
Me considero una persona relativamente tímida y pudorosa. Así que necesitaba de actores temerarios: Paulina Obrist y Andrés Troya no habían actuado nunca antes en ninguna película, pero tienen ese interruptor del pudor superado en un nivel mucho más amplio que el resto.
Con Paulina tenemos la historia increíble de que una foto de ella inspiró secretamente su personaje (no voy a contarla ahora, vean los extras del DVD). Ella nos dijo desde el primer casting que se sentía muy cómoda mostrando su cuerpo. Y cumplió su palabra en cada minuto del rodaje, hasta el final.
Andrés es mi amigo desde la adolescencia y lo conocía como alguien que no tiene miedo a hacer el ridículo y nunca se sonroja. Puede con igual facilidad cantar en público un tema inventado, disfrazarse de cura, de estríper, de Rocío Durcal o del Chapulín.

Lo que no volvería a hacer

1. Pensar que el sexo va a ser lo más difícil de la película
Rodaje: Día 3 de 36. Seguimos el consejo de empezar por lo más difícil. Para la tarde del día 3 está planeada la escena de sexo. Equipo mínimo. Complicaciones con el microporo que usa Paulina para las escenas de contacto. Complicaciones con el suspensorio que usa Andrés para las escenas de contacto. Nos tomó tres horas llegar a estar cómodos. Pero la espera coincidió con la luz suave de atardecer guayaco, así que valió la pena.
Empieza el rodaje. Es épicamente emocionante en un principio, luego es mecánico y técnico. Captar un momento intenso no es lo mismo que vivirlo: es un proceso de construcción estético riguroso, que en el set se vive con relativa frialdad. Mis instrucciones: mueve la cabeza hacia abajo, un poco más lento, levanta la pierna. Eso se siente natural, repitamos ese movimiento… acelera los gemidos… dame una versión más susurrada del texto, etc… incluso entro en escena varias veces para acomodar los cuerpos con respecto a cámara.
6 de la tarde. Todos sentimos que la escena ha quedado increíble. Olivier dice que es una de las mejores fotografías de su vida. Nos abrazamos al final del día de rodaje.
Unas semanas después, estamos tratando de rodar otras escenas pero el ruido ambiental de gritos citadinos y de aires acondicionados no lo permiten. La escena va a ser doblada enteramente. En otro día hay un temblor y extrañamente se borra una tarjeta de video. Otro día se cae una locación clave por su vista hacia la ciudad, encontramos la nueva locación minutos antes de rodar.
El sexo no es lo más difícil de filmar en una película.

2. Anticipar la reacción del público
Un poco de contexto histórico de lo que pasó en Guayaquil City cuando se proyectaba la escena de sexo de SOSP: risas incómodas se escuchan en la sala, algunos empiezan a levantarse, generalmente adultos mayores. Luego otros incómodos se levantan. La mayoría, más valiente, se quedan hasta el final. Nuestro equipo de promoción que estaba afuera del cine fue insultado un par de veces. Llegan tuits moralinos, entre ellos: “vas a ver SOSP, vas a ver porn”, “sexo explícito en la sala”, etc…
Esta escena tuvo calificaciones tan disímiles: “la peor escena que el cine nacional ha puesto en sus pantallas”, Observatorio Católico, nov 2012. Y por otro lado: “el mejor polvo de la historia del cine nacional”, Cristian León, revista El Apuntador / académico de cine, dic 2012.
Del blog católico rescato esta joya: “… es que acaso ignoran lo que sucede en mi cerebro al segundo de ver una imagen sexual, han escuchado hablar acerca de la epinefrina, de la oxitocina, o de los millones de receptores que se disparan… haciendo sumergir al espectador en un remolino hormonal…”.

3. Juzgar al espectador
Obvio que un porcentaje de fanáticos religiosos no me hace generalizar al público guayaquileño, que ha sido también muy apasionado con SOSP. Pero debo admitir que las reacciones extremas me tomaron por sorpresa unos días de 2012.
Ahora con el tiempo me han puesto muy contento como artista: habíamos provocado justo a la sociedad que la película criticaba. Habíamos puesto el dedo en una llaga intocada. No hacemos entretenimiento bien contado (que es lo que tanto se le reclama con inocencia mercantilista al cine ecuatoriano), estamos removiendo un poco el confort de una sociedad sin espejos.

Finalmente
Ha pasado más de un año, la película ha ido a 23 festivales hasta ahora, se ha vendido en Estados Unidos, se va a estrenar en salas en Francia, Colombia y Bolivia. Alguna gente nos escribe para contarnos que le cambió la vida o simplemente que le gustó.
A la final, después de este proceso de actores que se desnudan, personajes que desnudan sus sentimientos y de desnudar ciudades, la mayor recompensa es haber sido honestos, aunque cueste.
Al respecto de eso comparto esta frase de Jonathan Franzen: “… al final no puedes pasar por alto lo que hay de fraudulento o manido en tus propias páginas. Estas páginas son también un espejo, y si de verdad amas la narrativa, descubrirás que las únicas páginas dignas de conservarse son aquellas que te muestran como eres. Aquí el riesgo es, por supuesto, el rechazo…”.
Viene en camino una segunda película igual de íntima que Sin otoño, sin primavera. Y quién sabe, tal vez más provocadora.