martes, 7 de junio de 2011

La mejor película del mundo


Cuando uno se dedica a una actividad pequeño-burguesa como el cine, y especialmente en el tercer mundo, aparecen nubes llenas de preguntas que lanzan sus rayos, como por ej: ¿para qué carajos sirve que yo haga esta película?

Esa pregunta, como cualquier gran pregunta personal, tiene una respuesta diferente cada día. Un día satisfactoria, un día frustrante, la mayoría de días el nihilismo se impone. Por suerte hay otras preguntas, más simples que se van respondiendo con los años, como: ¿Por qué terminé haciendo películas?


Sin querer ponerme muy sicoanalítico, lo de contar historias es algo que se puede heredar. A mis padres les gusta contar historias. Cada uno lo hace a su manera. A mi papá le gusta contar historias épicas y crece delante de un buen público (las mismas historias suelen volverse más y más épicas con el paso del tiempo), si fuera una película, sería hollywood antiguo.

Mi mamá es muy buena con las historias uno a uno. Me acuerdo horas en la infancia en que me contaba una historia conmovedora sobre su infancia sólo a mí, y me provocaba creer que era la primera vez que la contaba. Si fuera cine, sería cine intimista.

A los dos les gusta el cine, pero creo que el misterio sobre el cine, inicialmente me viene de mi papá, y la motivación para escribir, de mi mamá.


Cuando eramos niños mi mamá siempre nos llevaba a hacer alguna gestión, (o seguramente era un truco para que no estemos clavados tantas horas frente a la TV) cuando estábamos en medio de una película. Y cuando reclamábamos que nos íbamos a perder el final, ella respondía: Invéntate el final. Así crecí sin ver el final de cientos de películas, y tratando de inventarme qué pasó después.


Mi papá tiene sus pasiones intocables, categoriza al mundo en buenos y malos. Los buenos son perfectos ídolos semidioses y los malos merecen la muerte instantánea y dolorosa. Y entre los buenos, están los “mejores”, los “mejores del mundo” e incluso “los mejores del mundo en toda la historia”, Entonces Brando es el mejor actor del mundo en toda su historia.

Brando es un tema aparte, que de pronto merece su propio post, pero hablando de los “mejores…" , la mejor película que se ha hecho en todos los tiempos, según mi padre, es Amarcord. Me lo repetía desde que tengo 5… pero son muy chiquitos para verla, cuando crezcan un poco la van a ver. … ¿ya podemos verla? No todavía, en unos años… ¿cuándo podemos verla? No todavía… es que la escena del transatlántico nos marcó, si o no vieja… sí viejo… Así me pasé 7 u 8 años escuchando la leyenda de la mejor película del mundo, sin poder verla.

Un día a los 13, llegó el día. Mi papá saco un betamax guardado hace años y vimos una muy mala copia doblada al español de la mejor película del mundo en toda su historia. Mi primera reacción fue que no estaba mal, pero recuerdo sentirme decepcionado de la espera: ¿Por qué no estaba listo? ¿porque se ven unas tetas? y ¿Por qué es la mejor película del mundo?

A pesar de la decepción, mi primera reacción también fue sentirme identificado, y eso era algo poco común de mis relaciones anteriores con el cine. Sentí que la historia podía pasar en Guayaquil, o en la Loja de la infancia de mi papá. Era cercana. Mucho más cercana que la tele nacional. Esa sensación de identificarse con algo que está en la pantalla más que con algo que existe físicamente empezó como un campo minado con Amarcord, y luego explotaría a través de los años.

Pasados unos años en la universidad ví la pelicula en un Disco Laser. Me impresionó primero la calidad de la fotografía, finalmente la escena del transatlántico se volvió mágica (claro, mis padres la habían visto en el cine, y el betamax no hacía justicia, pero el disco laser ya mejoraba la experiencia). El transatlántico llega al pueblo chiquito y produce el mismo efecto que cuando los aliens llegan en "Encuentros Cercanos..." de Spielberg. También me impresionaron: los textos en idioma original, la naturalidad, y otra vez la cercanía, me conmovió. Recordé a las señoras tetonas que siempre contra mi voluntad me restregaron sus tetas casualmente, pensé en la infancia perdida: la mía y la de la película, en mi familia, en lo rápido que pasa el tiempo. La obsesión con el paso del tiempo es un tema que me duró años y todavía no se me cura. Me produce vértigo, y es un tema recurrente en mi cabeza, pero ya no con angustia, he aprendido a soportarlo.


Cuando hacen las listas de las mejores películas de la historia, no incluyen a Amarcord, si acaso 8 y Medio es la seleccionada de Fellini. Tampoco sé si para mí es la mejor, tal vez me gustan más la Dolce Vita o I Vitelloni, pero cada vez que aparece significa mucho, y estoy seguro que todavía tendrá nuevos significados. Llevo algunos años sin verla, y escribí esto justamente porque me muero de ganas de volver a verla.

Ahora me divierte, es como ver un video casero, cercano. Ese betamax ya no es una película italiana de los 70s sino que nos pertenece, es algún episodio de nuestra familia. Sólo pensar en esa película me hace sentir de 5 años, y tengo la sensación de que todavía no estoy preparado para ver “la mejor película del mundo en todos los tiempos” y mientras tanto tengo que dedicarme a inventar los finales de todas las películas infantiles que no pude terminar de ver.


IM

3 comentarios:

SURDA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
SURDA dijo...

SURDA dijo... Se hizo el post antes de hora!
Interesante, me sacaste mas de una sonrisa. Chevere post Ivan! Saludos
David Holguin W.

La República Invisible dijo...

Gracias loco.
salud!
I.